Sunday, August 03, 2008

Fragmento de las primeras crónicas de Indias

Tal día como hoy, en 1492, 90 marineros a bordo de tres carabelas —La Pinta, comandada por Martín Alonzo Pinzón; La Niña, capitaneada por Vicente Yáñez Pinzón, y La Santa María, liderada por Cristóbal Colón (en la imagen)— iniciaron su primer viaje al Nuevo Mundo, en un intento de dar con una ruta más corta a la India. El punto de partida de la expedición fue el puerto de la localidad onubense de Palos de La Frontera, aunque otras fuentes señalan que ésta zarpó realmente de Pals d'Empordà (Girona).

El 21 de octubre de aquel mismo año, nueve días despúes de que el vigía Rodrigo de Triana avistase la isla de Guanahani (Bahamas), Colón escribió en su diario lo que podría considerarse las primeras crónicas de las Indias, con permiso de Antonio de Solís y Rivadeneyra (1610-1686), quien redactó la primera crónica oficial. A continuación, se reproduce un fragmento del dietario del almirante, que resume los hechos inmediatamente posteriores al desembarco, al tiempo que alude a la fauna y la flora de Guanahani.

Se trata, por tanto, de la descripción más antigua que se conoce de las tierras americanas.

«A las 10 horas llegúe aquí al cabo del isleo y surgí, y asimismo las carabelas. Y después de de haber comido fui en tierra, donde aquí no había otra población que una casa, en la cual no hallé a nadie, que creo con temor se habían huido, porque en ellas estaban todos sus aderezos de casa. Yo no les dejé tocar nada, salvo que me salí con estos capitales y gente a ver la isla; que si las otras ya vistas son muy hermosas y verdes y fértiles, ésta es mucho más y de grandes arboledos y muy verdes. Aquí es unas grandes lagunas, y sobre ellas y a la rueda es el arboledo en maravilla, y aquí y en toda la isla son todos verdes y las hierbas como el abril en Andalucía; y el cantar de los pajaritos que parece que el hombre nunca se quería partir de aquí, y las manadas de los papagayos que oscurecen el sol; y aves y pajaritos de tantas maneras y tan diversas que es una maravilla. Y después hay árboles de mil maneras y todos dan de su manera fruto, y todos huelen que es maravilla, que yo estoy el más penado del mundo de no los conocer porque soy bien cierto que todos son cosa de valía y de ellos traigo la demuestra, y asimismo de las hierbas. Andando así en cerco de una de estas lagunas, vi una sierpe, la cual matamos y traigo el cuero a Vuestras Altezas. Ella como nos vio se echó en la laguna, nos le seguimos dentro, porque no era muy honda, hasta que con lanzas la matamos; es de siete palmos en largo; creo que de estas semejantes hay aquí en estas lagunas muchas. Aquí conocí del lignaloe y mañana he determinado de hacer traer a la nao diez quintales, porque me dicen que vale mucho. También andando en busca de muy buena agua, fuimos a una población aquí cerca, adonde estoy surto media legua, y la gente de ella, como nos sintieron, dieron todos a huir y dejaron las cosas y escondieron su ropa y lo que tenían por el monte. Yo no dejé tomar nada, ni la valía de un alfiler. Después se llegaron a nos unos hombres de ellos, y uno se llegó aquí. Yo di unos cascabeles y unas cuentecillas de vidrio y quedo muy contento y muy alegre; y porque la amistad creciese más y los requiriese algo, le hice pedir agua, y ellos, después que fui en la nao, vinieron luego a la playa con sus calabazas llenas y holgaron mucho de dárnosla. Y yo les mandé dar otro ramalejo de cuentecillas de vidrio, y dijeron que mañana vendrían acá. Yo quería henchir aquí toda la vasija de los navíos de agua; por ende, si el tiempo me da lugar, luego me partiré a rodear esta isla hasta que yo haya lengua con este rey y ver si puedo haber del oro que oigo que trae, y después partir para otra isla grande mucho, que creo que debe ser Cipango, según las señas que me dan estos indios que yo traigo, a la cual ellos llaman Colba, en la cual dicen que hay naos y mareantes muchos y muy grandes, y desta isla hay otra que llaman Bohio, que también dicen que es muy grande. Y a las otras que son entremedio veré así de pasada, y según yo hallare recaudo de oro o especería determinaré lo que he de hacer Mas todavía tengo determinado de ir a la tierra firme y a la ciudad de Quisay, y dar las cartas de Vuestras Altezas al Gran Can y pedir respuesta y venir con ella.»