Tuesday, August 07, 2007

La otra cara de los 80

El último anuncio de una popular marca de refresco, la generalización del concepto generación mileurista, la creciente tendencia a recuperar teleseries que triunfaron hace dos décadas… Los 80 vuelven a estar de moda, rescatados del baúl del olvido con una pátina de nostalgia tal vez inmerecida. Si bien es cierto que esos años asistieron a un período de fructífera efervescencia cultural (que se producía, el caso del Estado español, tras 40 años de dictadura) parece que la memoria colectiva se resiste a ir más allá de la Movida madrileña, el Mundial de fútbol de 1982 o la nominación de Barcelona como sede olímpica (1986).

De hecho, al mismo tiempo que el país despertaba de su letargo franquista, luchaba por sobreponerse a un escenario político convulso y a los últimos coletazos de la asfixiante rivalidad entre el capitalismo y un comunismo casi moribundo.

Sin ir más lejos a llegada al poder de nuevos mandatarios en los albores del nuevo decenio tendría efectos insospechados en el ámbito de las relaciones internacionales y la economía. A la irrupción del ayatolá Jomeini en Irán (1979) —país que iniciaría una larga guerra con Irak entre 1980 y 1988— se suma, ese mismo año, la de Margaret Tatcher en el Reino Unido. La gestión de la paradójicamente llamada Dama de Hierro se saldaría con el cierre de numerosas industrias metalúrgicas y, en consecuencia, con miles de trabajadores del metal sin empleo. Casi el mismo tiempo, en 1980, el republicano Ronald Reagan, se alzaba con la presidencia de EE.UU. tras derrotar en las urnas al demócrata Jimmy Carter. En un momento en que la guerra fría tocaba a su fin, el nuevo mandatario estadounidense agudizó la pugna armamentística entre su país y la URSS, acuñando el término de Imperio del Mal para referirse a los territorios comunistas y enfrascándose en la construcción de un escudo estelar para repeler posibles ataques nucleares: así nació la jocosamente llamada Guerra de las Galaxias (1983). En 1985, su homólogo soviético, Mijaíl Gorbachov, inició una política aperturista que pretendía limar asperezas entre el bloque capitalista y socialista: la Perestroika.

Sin embargo, a pesar de que la guerra fría jamás llegó a desencadenarse, el mundo asistió impotente, una vez más, al lado más aciago de la energía nuclear. En la Ucrania de 1986, la central de Chernobil (Ucrania) —en la imagen— albergó el accidente más grave de la historia, que afectó a más de 600.000 personas. Aunque el número de víctimas fue sensiblemente inferior, otra tragedia similar sacudió la India dos años atrás: el desastre de Bophal (India). En este caso, una fuga de gas en una fábrica de pesticidas se cobró entre 6.000 y 8.000 vidas humanas.

Tampoco la carrera espacial, estandarte del avance tecnológico y del progreso, se salvó del horror: en 1986, el trasbordador Challenger estalló segundos después de su despegue, segando la vida de sus siete tripulantes. Millones de personas de todo el mundo presenciaron en vivo el fatal desenlace a través de la televisión. Tantas como las que en diciembre de 1980 se estremecieron con el asesinato del ex beatle John Lennon y, en 1981, con el del presidente egipcio Anwar El Sadat. O las que en 1985 contemplaron en directo la agonía de la adolescente colombiana Omaira, tras quedar atrapada en una avalancha de lodo ocasionada por una erupción del Nevado del Ruiz.

Episodios como la guerra de las Malvinas (1982) entre Argentina y el Reino Unido o el asalto a la embajada española en enero de 1980 (que arrojó un saldo de 36 fallecidos) pusieron, junto al conflicto que flagelaba Oriente Próximo, otra triste nota en el ámbito de las relaciones internacionales.

En España, la situación era igualmente delicada: a una transición política en la que los responsables del franquismo quedaron impunes —y que a punto estuvo de irse al traste con el fallido golpe de Estado del 23-F— hay que añadir la guerra sucia contra ETA, impulsada desde el Gobierno. Precisamente, en 1980, la banda terrorista rubricó su más siniestro récord de víctimas mortales: 100 personas asesinadas. A su vez, otros grupos armados, como el GRAPO o Terra Lliure, continuaba en activo.

Y entretanto, el paro alcanzaba cotas jamás vista en España, hasta situarse en el 22% (aunque el porcentaje era aún mayor en Andalucía y Extremadura). La multiplicación de las prestaciones sociales bajo las sucesivas legislaturas del PSOE contribuyó a paliar tímidamente una situación acuciante, agravada todavía más, si cabe, tras el crash bursátil de 1987. Un año después, concretamente el 14 de diciembre, un 90% de los trabajadores secundó la primera huelga general de la democracia, que paralizaría en país.

En el ámbito sanitario, el consumo de aceite de colza adulterada ocasionó en 1981 la muerte de 700 personas y afectó la salud de otras 20.000. Y fue en ese mismo año, el del frustrado atentado contra el papa Juan Pablo II en la plaza de San Pedro del Vaticano, cuando se desató una alarma sanitaria que aún persiste: la aparición de los primeros casos de sida. Ahora bien, habría que esperar hasta la muerte del actor Rock Hudson (1985) para que la opinión pública empezase a tomar conciencia del calado de esta pandemia.

Tras lo dicho, resulta innegable que el período que presenció la aparición del microondas y las calculadoras electrónicas (1980) —sin olvidar el CD y la telefonía móvil (1982) o la generalización de los PC en el ámbito doméstico— también trajo consigo unos años difíciles, cuajados de incertidumbres y de tensiones políticas materializadas en la política de bloques. La extinción de la década, no obstante, coincidiría desmoronamiento de una de las ideologías hegemónicas, el comunismo, a través de dos acontecimientos acaecidos en 1989: la ejecución del dictador rumano Nicolae Ceaucescu y la caída del muro de Berlín, paso previo para la reunificación alemana y el fin del Telón de Acero. En este ámbito, también cabría reseñar un nuevo y trágico síntoma de cambio: la masacre de la plaza deTiananmen (Pekín), en la primavera de ese mismo año, que se saldó con la muerte de entre 200 y 3.000 estudiantes que protestaban contra la política desplegada por el Partido Comunista Chino.