Sunday, October 22, 2006

Las sociedades del talayótico y postalayótico

Coincidiendo con el fin de la etapa naviforme (ca. 1000 a.C.), los habitantes de Mallorca y Menorca comenzaron a establecerse en asentamientos que, por primera vez en la historia de ses illes, obedecían a una clara concepción urbanística. Las estructuras de estos nuevos poblados, a su vez, combinaban edificaciones e infraestructuras de uso público (tales como los talaiots, las murades, las taules o los sistemas de recogida de agua) con construcciones de carácter privado (fundamentalmente, viviendas circulares).

Estas transformaciones, que marcan el inicio del período talayótico, también se hicieron extensivas a las costumbres funerarias. En efecto, las sociedades de la época dejaron de erigir navetas para inhumar a los difuntos y empezaron a emplear para estos fines cuevas artificiales, excavadas en el subsuelo de los poblados o en los múltiples barrancos que salpican la costa balear. Como muestra de este último supuesto, destacan las cuevas de Cala Morell (Menorca), utilizadas desde el navetiforme hasta el siglo II d.C.

Para la protección de los asentamientos, los hombres y mujeres del talayótico alzaban las llamadas murades o murallas. Este sistema constructivo se basaba en círculos formados por bloques de piedra de gran tamaño y erigidos mediantes la técnica ciclópea (encajando las rocas unas con otras, sin emplear mortero alguno). Como ejemplos destacados de esta tipología, podrían citarse las murades de Ses Paisses (Mallorca), la de Torre d’en Galmés o Gaumés (entre Alaior i la playa de Son Bou) o la de Son Catlar (a 8 km. de Ciutadella), ambos en Menorca. Este último constituye el único asentamiento balear que conserva íntegro todo el perímetro amurallado. En ocasiones, los muros de algunas casas también asumían una función defensiva, o bien aprovechaban algunos tramos de la muralla a modo de pared, tal y como ocurre en Talatí de Dalt (cerca de Maó, Menorca), en la foto.

Sin embargo, el edificio más característico y abundante del talayótico es, como su nombre indica, el talaiot o talayote. El término, derivado del catalán talaia (atalaya), ofrece una orientación inequívoca acerca de las funciones de estas construcciones, que no eran otras que las de vigilancia. Lo mismo ocurre con su estructura, similar a la de una torre y de forma cónica, escalonada o cuadrada (existen ejemplos de este último tipo en Mallorca). Erigido gracias método ciclópeo, el talaiot podía albergar en la parte superior algunas estancias en las que discurría la vida cotidiana del vigilante que lo ocupaba. Un buen ejemplo de esta eventualidad habría que buscarlo en el talaiot de Torellonet Vell (a escasos km de Maó, Menorca), edificado durante el Bronce Final. Sin ir más lejos, esta magnífica muestra de arquitectura megalítica aún conserva en la parte superior una ventana. Por regla general, cada poblado disponía de entre una y cinco de estas torres, que podían estar integradas en el perímetro de la murada.

Otra construcción emblemática del talayótico es la casa. Se trataba de un edificio de planta circular y de doble muro, dotado de un patio central alrededor del cual se distribuían diversas habitaciones y en el que sus moradores —unos ocho por vivienda— desempeñaban sus quehaceres domésticos. Junto a la casa, en ocasiones se elevaba la sala hispóstila, consistente en una estancia columnada y techada con piedras y ramaje. Pese a que se desconoce su función, se cree que podría haber realizado las veces de almacén o de establo, ya que el ganado y los animales domésticos convivían con sus propietarios.

Igualmente destacables son los sistemas de aprovechamiento del agua. Estos se basaban en unas concavidades interconectadas y excavadas en la piedra que servían para recoger, filtrar y conducir el agua de la lluvia hacia unos grandes depósitos subterráneos denominados sitjots (silos). En el yacimiento de Torre d’en Galmés, aún es visible uno de estos ingenios.

Hacia el 450 a.C., los talayots dejaron de ser utilizados, circunstancia que dio paso al período postalayótico. Durante esta etapa, surgió un nuevo tipo de construcciones: las taules, concepto que en catalán significa «mesas» y que describe a la perfección la apariencia de dichas construcciones megalíticas. Estas se basaban en un bloque de piedra de gran tamaño dispuesto en vertical, sobre el que se situaba otro en sentido horizontal. Todos ellos constituían el núcleo de un centro ceremonial rodeado de megalitos, en los que se prendían hogueras y se llevaban a cabo sacrificios rituales, a cargo tanto de mujeres como de hombres. Algunas muestras de taules son las de Torrellafuda, Torralba d’en Salord, Trepucó, Torretrencada y Talatí de Dalt, todas ellas sitas en Menorca. Esta etapa se extendería hasta el 200 a.C., aproximadamente.

Algunos hallazgos arqueológicos —como una pequeña estatuilla recuperada en Torre d’en Galmés— han revelado las relaciones de las sociedades de las islas Gimnesias con fenicios, griegos y cartagineses. No obstante, la llegada de otro pueblo mediterráneo, los romanos (123 a.C., en el caso de Menorca), supuso el ocaso definitivo de los últimos ecos del postalayótico.

A pesar de todo, la costumbre de enterrar a los muertos en cuevas artificiales continuaría vigente en Balears hasta los primeros siglos de la era cristiana.