Sunday, August 20, 2006

Colón: posiblemente, el último en llegar

Lejos de recordar a Cristóbal Colón como una pieza clave en la construcción del mundo moderno, la historiografía actual parece empeñada en demostrar que el célebre almirante no fue el primero en desembarcar al otro lado del Atlántico.

Auspiciados por crónicas que ponen en entredicho el discurso oficial, una serie de desconcertantes vestigios arqueológicos y un nutrido abanico de leyendas a caballo entre la religión y el mito, los investigadores se han acercado a otros pueblos y civilizaciones que bien podrían haber precedido a Colón en su primer viaje a América.

Lo que a continuación se expone es un resumen de las diferentes teorías que rechazan de plano la versión ortodoxa del descubrimiento del Nuevo Mundo. Conviene advertir que algunos de estos datos son meras especulaciones, por lo que las informaciones que aquí se brindan deben ser tomadas y analizadas con suma cautela.

Es el caso de la versión acuñada por Fall (1976, 1980), quien afirma que una expedición celta procedente de Europa alcanzó el continente americano ca. 2000 a.C. De ser cierto este dato —cosa muy poco probable, si consideramos que este pueblo jamás destacó por sus conocimientos náuticos—, los celtas habrían precedido en su extraordinario periplo a los fenicios, quienes también podrían haber pisado suelo americano. Los defensores de esta hipótesis basan sus elucubraciones en la llamada Piedra de Paraiba. Localizada en Brasil en 1872, esta sorprendente roca presenta inscripciones fenicias en las que se detallan los pormenores de la expedición y que aparecen recogidos en Siria histórica, cuna de la ciencia (Abdel Masih, 2005).

Del mismo modo, en el siglo V a.C., Herodoto se refiere en sus crónicas a una expedición a América ordenada por el emperador egipcio Necao II y secundada por naves fenicias. En este sentido, el Egipto imperial también parece estar dentro de las quinielas de los historiadores.

José Antonio Hidalgo, por su parte, alude a obras de la literatura clásica que corroborarían la llegada de los griegos a la zona, privilegio que este mismo autor atribuye también a los romanos.

Ya en el siglo VI d.C., la embarcación de San Brendan, un monje de origen irlandés, podría haber alcanzando las playas americanas (Ashe, 1971). Para más detalles, se recomienda visitar la web de América Celta.

Dos centurias después, y siempre según una peregrina leyenda, los habitantes de siete ciudades portuguesas decidieron echarse a la mar ante la llegada de los ejércitos musulmanes a la Península Ibérica. Algunos de ellos habrían alcanzado su objetivo de pisar tierra firme al otro lado del océano y habrían fundado las llamadas Siete Ciudades de Oro en el Nuevo México actual. Precisamente, el pueblo que propició la huida de los lusos, los árabes, también podrían haber llegado a América. Así lo atestiguan las crónicas de AI-Masudi en su Muruj adh-Dhahab (938), quien afirma que Khashkhash Ibn Saeed Ibn Aswad cruzó el Atlántico, o los tratados de Al-Idrisi (siglo XII), que aseguran que una expedición norteafricana alcanzó el Nuevo Mundo.

De lo que quedan pocas dudas es de que un navegante vikingo, el islandés Leif Eriksson (ca. 950-1003), alcanzó las costas de Terranova 500 años antes de que lo hiciera Colón. O al menos, así parecen demostrarlo algunos indicios arqueológicos y, según ciertos autores, por leyendas extraídas de la mitología precolombina y de las sagas o relatos islandeses.

Pero a esta carta de navegación multiétnica hay que sumar aún más pueblos: australianos, polinesios, esquimales, asiáticos (Asia sólo está separada de Alaska por el estrecho de Bering), japoneses (cuya candidatura está respaldada por pruebas de ADN), templarios y mallorquines (ca. 1350, según Hidalgo), turcos (dato que parece avalar el extrañísimo mapa de Piri Reis), el noble galés Madoc ca. 1170 (Deacon, 1966), el marino onubense Alonso Sánchez (confidente de Colón, para más señas) y, sobre todo, el navegante chino Zheng He, quien habría atravesado el océano entre 1405 y 1418. Su odisea habría quedado reflejada en un mapa de 1418 (en la imagen), presentado a principios de este mismo año en Pekín.

Ante tal muestrario de nombres y fechas, el privilegio de Colón como descubridor de América —de cuyo fallecimiento se cumplen cinco siglos en 2006— parece haber quedado totalmente diluido. «Tonto el último», parecen gritar las luces y sombras de la historia. ¿Será Colón?